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Fútbol, masculinidad y homofobia

Pablo Kopelovich 17 de abril de 2023

La reciente salida del closet del checo Jakub Jankto, en tanto evento extraordinario en el fútbol masculino de elite mundial, se torna una oportunidad propicia para proponer una serie de reflexiones sobre el vínculo entre el fútbol practicado por varones y los modos normativos de ser hombre por estas latitudes.

Al menos en países como Argentina, donde ese deporte es extremadamente popular (como práctica y como espectáculo), este cumple y ha cumplido históricamente un papel central como organizador de la masculinidad, un área social privilegiada de la constitución de la subjetividad masculina y de relevamiento de la vida cotidiana de los varones (Tajer, 1998). Su práctica o consumo ha sido una obligación para los varones para ser considerados “verdaderos hombres”. Recién en los últimos años estos sentidos están siendo erosionados, discutidos, resignificados, dejando de ser el fútbol sólo una cosa de varones, para incluir de forma considerable a mujeres y otras identidades existentes, lo que entendemos como justo y celebramos enormemente aún cuando se haya producido de forma tardía. En ese sentido, movimientos feministas como el “Ni una menos”[1], surgidos en Argentina en 2015 y que se expandieron a Hispanoamérica y muchas otras regiones del mundo, fueron centrales para el cuestionar el orden establecido y profundizar en la toma de conciencia en torno a innumerables desigualdades y violencias machistas ejercidas sobre las mujeres, a partir de la propuesta de ver todo desde “lentes violetas”.

Sin embargo, sigue predominando la práctica del fútbol en espacios homosociales (exclusivos de varones) por sobre la práctica mixta o coeducativa. En ese sentido, el concepto de homosocialidad masculina alude a una socialización que, en ocasiones, contribuye a construir sentimientos de hermandad o fraternidad entre los integrantes, a modo de pacto patriarcal, lo que redundaría en la mantención de sus privilegios (Segato, 2017). A su vez, estos espacios se caracterizan, muy frecuentemente, por la presencia de violencia, homofobia, misoginia y machismo. En ese proceso de socialización del varón resulta central el papel cumplido por el grupo de pares en los espacios privados y públicos, donde se practica, demuestra, reconoce y consolida la masculinidad (Chiodi, Fabbri y Sánchez, 2019), en especial si se trata de adolescentes o jóvenes que se encuentran en un momento en el que están forjando fuertemente su identidad, en general, y sexo-genérica, en particular. Por ejemplo, en Argentina se produjeron estudios de casos de albergues (las llamadas “pensiones”) homosociales de jugadores juveniles de clubes de fútbol de primera y segunda división (Lascialandare, 2020; Majul, 2021) donde se identificaron elementos de una masculinidad hegemónica que construye a la otredad como lo feminizado y homosexualizado, existiendo mandatos en torno a no ser débiles, y jerarquías entre los jóvenes en la vida en esos espacios[2]. En ese contexto, por ejemplo, los baños y los vestuarios funcionan como escenarios normativos de producción de la masculinidad donde los varones deben mostrar públicamente que cumplen ciertas normas de género y reafirman códigos de masculinidad (Preciado, 2006).

Jakub Jankto
Jakub Jankto jogando pela seleção da República Tcheca. Fonte: Wikipédia

Entonces, en los círculos exclusivos de varones que practican fútbol parecen seguir fuertemente instalados ciertos mandatos de masculinidad relativos a ser activo, valiente, fuerte, autosuficiente, cisgénero, heterosexual. Así, mantendría cierta vigencia la referencia de Badinter (1993) en relación a que se construye la identidad masculina a partir de no ser ni una mujer, ni un niño, ni un homosexual.

Se trataría, entonces, en líneas generales, de espacios no muy amigables, e incluso altamente hostiles y discriminatorios, para masculinidades que no respondan estrictamente a la heteronorma. Entonces, al menos gran parte del fútbol parecería ser más impermeable que otros espacios a las transformaciones ocurridas en la sociedad en términos de respeto de diversidades en muchos ámbitos de la vida.

De esta manera, en términos de presencia y visibilidad de la homosexualidad, el fútbol masculino de alto rendimiento presentaría cierta particularidad en comparación con la modalidad masculina de otros deportes del mismo nivel. Por caso, en Argentina en el año 2019 Facundo Imhoff, jugador de la selección nacional de vóley (con experiencia en Francia y Rumania), hizo pública su condición de homosexual y se transformó en un activista y referente gay. Esto parece impensado en la actualidad para algún jugador de elite del fútbol argentino. Basta simplemente considerar la homofobia y el machismo reinante en muchos de los programas televisivos y radiales de fútbol en la región, así como en los cánticos en los estadios de fútbol, para darse cuenta que todavía queda mucho por hacer.

No obstante, una serie de cambios acaecidos en los últimos años hacen ver al panorama menos desalentador. Nos referimos, por ejemplo, a la difusión de propuestas mixtas o coeducativas de fútbol en clubes infanto-juveniles, donde niños, niñas, otres, disfrutan del deporte sin distinción. Lo propio acontece con jóvenes y adultos que autogestionan prácticas mixtas donde el resultado no es lo importante. Además, en lo que respecta al fútbol profesional, en diciembre de 2019 la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) creó el Departamento de Equidad y Género y paulatinamente, como se dijo, los clubes del fútbol argentino van creando secretarías análogas para visibilizar la problemática y erradicar todo tipo de violencia por cuestiones de género. Además, hubo casos de jugadores de ligas locales que sí han salido del closet, como sucedió en 2020 con Nicolás Fernández del Club General Belgrano de la Liga Cultural de La Pampa (aunque en 2022 denunció a un rival por un insulto homófobo). Creemos que, para cerrar, si el fútbol masculino de alto rendimiento en Argentina es poco permeable a la visibilización y respeto a los futbolistas gay, es preciso seguir difundiendo por distintos medios (redes sociales, medios de comunicación, espacios académicos, entre otros) debates en torno a la temática para traccionar a favor de la decidida implementación de políticas públicas y de la toma de medidas en los propios clubes.

¡No tiremos la pelota afuera a la hora pensar y materializar en el fútbol espacios más amigable, diversos, democráticos, respetuosos!

Notas

[1] El movimiento feminista y colectivo de protesta “Ni Una menos” surge de la oposición a la violencia contra las mujeres y a su consecuencia más grave y visible, el feminicidio. Tuvo su primera marcha el 3 de junio de 2015 y se reconoce “como parte de un movimiento histórico, que tuvo y tiene hitos organizativos fundamentales en las tres décadas de Encuentros Nacionales de Mujeres y en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, seguro y gratuito. Y que también se reconoce en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, en las mujeres revolucionarias que fueron sus hijas, en los movimientos LGBTIQ, en las que se organizaron en sindicatos y en las piqueteras, en las mujeres migrantes, indígenas y afrodescendientes y en la larga historia de luchas por la ampliación de derechos” (página web oficial de “Ni una menos”). Entre los logros de esta primera marcha se puede mencionar la creación del Cuerpo de Abogadas y Abogados para Víctimas de Violencia de Género (Ley n° 27.210). Como ha expresado la socióloga argentina Julia Hang (2022), a partir del Ni Una Menos en junio de 2015 las demandas históricas del feminismo se convirtieron en problemas públicos, y adquirieron legitimidad, masividad y transversalidad en otros actores de la sociedad. Así es como estas demandas llegaron al fútbol y al mundo del deporte, impactando en la cotidianeidad de todos los clubes.  

[2] No obstante, las autoras mencionan una serie de Jornadas de reflexión sobre problemáticas de género, propuestas por los clubes. Ello se lleva a cabo en el marco de la apertura de espacios como los Departamentos de Género y Diversidad, creados en distintas instituciones deportivas a partir del último lustro. Se trata de espacios que buscar evitar las violencias por cuestiones de género, así como denunciar casos en los que se produzcan las mismas. La clave parece estar en transversalizar en los clubes la perspectiva de género para no reproducir la lógica de que el área de Género y Diversidad es el espacio de las mujeres mientras que los hombres se encargan del fútbol y los negocios (Hang, 2022). Siguiendo a la misma autora, es preciso que los dirigentes reconozcan como propio el problema de la violencia de género, escuchando lo que las mujeres tienen para decir pero haciéndose cargo y rompiendo el pacto de machos. Entre los clubes pioneros en la aplicación de este tipo de acciones se destacan Banfield y Vélez Sarsfield.

Vale aclarar que La Ley Nacional n°26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres, del año 2009, menciona la responsabilidad de las organizaciones deportivas frente a los casos de violencias, por lo que se trata de la aplicación de una ley existente.

Referencias bibliográficas

Badinter, E. (1993). XY, la identidad masculina. Buenos Aires: Grupo editorial norma.

Chiodi, A.; Fabbri, L. y Sánchez, A. (2019). Varones y masculinidad(es). Herramientas pedagógicas para facilitar talleres con adolescentes y jóvenes. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hang, J. (2022). Deporte y violencia(s): disputas de sentido en torno a la categoría “violencia de género” en el fútbol argentino. Cuestiones Criminales, 5 (9), 2022, 76-99.

Lascialandare, N. (2020). Fútbol y pensiones: entre la profesionalización temprana y la protección de los derechos de niños, adolescentes y jóvenes: contribuciones a partir del caso de estudio de la Casa Don Ángel Tulio Zof del C.A.R.C. Tesina de grado. Universidad Nacional de Rosario.

Majul, D. (2021). Soñar con la gloria. un análisis de las experiencias futbolísticas de varones. Cuadernos del Claeh. V. 40, n°114.

Preciado, P. (2006). Basura y género. Mear/cagar. Masculino/femenino.

Segato, R. (2017). La guerra contra las mujeres. Buenos Aires: Traficantes de sueños/Tinta limón.

Tajer, Débora (1998). El fútbol como organizador de la masculinidad. Revista de Estudios de Género. La ventana, núm. 8, diciembre-, pp. 248-26.

Páginas web consultadas

Ni una menos. https://niunamenos.org.ar/

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Pablo Kopelovich

Director técnico de fútbol (licencias B y C). Profesor y Licenciado en Educación Física (Universidad Nacional de La Plata, UNLP), Licenciado en Educación (Universidad Nacional de Quilmes), Magíster en Ciencias Sociales con orientación en Educación (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), Doctor en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de La Plata). Becario doctoral del CONICET. Docente de la UNLP.

Como citar

KOPELOVICH, Pablo. Fútbol, masculinidad y homofobia. Ludopédio, São Paulo, v. 166, n. 17, 2023.
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